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Como preparar la oposición
1.- Introducción
Rendir más con menos esfuerzo. Objetivo aprobar.
Para preparar una oposición el opositor debe saber aprovechar al máximo sus propias posibilidades y características, organizando su trabajo, modificando y mejorando sus técnicas y hábitos de estudio, aprovechando todo el apoyo de sus preparadores.
Ello inducirá a modificar ciertas conductas y hábitos, y a sustituirlos por otros más eficaces.
Merece la pena.
Por ello, le proponemos un recorrido en tres fases:
1.ª Auto-observación. Lo primero es que conozca su propia conducta en cuanto estudiante, para diagnosticar sus puntos débiles, sus deficiencias, sus conductas ineficaces, y también ¡cómo no! sus puntos fuertes. Está demostrado que la mera auto-observación produce un aumento de las conductas deseables.
2.ª Auto-evaluación. Toda evaluación supone tener unos criterios de actuación claros con los que comparar las realizaciones. Pues bien: esos criterios son las distintas técnicas de estudio.
Por lo tanto, se recomienda que, a medida que vaya leyendo, compare su conducta con las sugerencias que le ofrecemos. Así irá evaluando su conducta de estudiante. De ahí surgirá la necesidad de modificar ciertos aspectos para ir acercándolos al punto óptimo propuesto.
Para mayor eficacia, se sugiere que vaya escribiendo en un folio los aspectos o conductas a erradicar y a mejorar, así como las que les va a sustituir. Así, se comprometerá más y, sobre todo, explicitará mejor sus objetivos de mejora.
3.ª Auto-refuerzo. Los refuerzos permiten estabilizar una conducta. Por lo tanto, cuando obtenga buenos resultados, debe reforzarlos con descansos, pequeñas diversiones o satisfacciones, etc. Concretamente, los auto-refuerzos verbales han demostrado su utilidad. Consisten en utilizar enunciados verbales interiores. El opositor contrasta su actuación con los criterios prefijados y, si el resultado es positivo, se auto felicita.
Exámenes «tipo test».
Cuestionarios con respuestas alternativas, siendo sólo una de ellas correcta, sobre la totalidad o parte del programa.
El índice de dificultad de estos exámenes depende de varios factores.
Los principales son:
· El nivel de las propias preguntas planteadas por el tribunal. Sin duda, algunas son muy exigentes, mientras otras son muy sencillas.
· La extensión de las preguntas. Las muy largas, tanto en su enunciado como en sus respuestas, dificultan su comprensión y, por tanto, sus respuestas son más lentas, además de más difíciles. Por lo tanto, su dificultad aumenta al cruzarse con el factor tiempo.
·El enfoque de las preguntas: si el temario lo permite, estos exámenes pueden enunciar un pequeño supuesto práctico que debe resolver, lo que ralentiza la respuesta global al cuestionario.
· La semejanza de las respuestas: algunas son casi idénticas, diferenciándose tan sólo por una palabra o una conjunción copulativa que cambia el sentido de la respuesta.
Para que una prueba se pueda considerar como objetiva debe reunir estas dos características:
1.ª
Brevedad de la respuesta, que puede consistir en hacer una señal, rodear una letra con un círculo, completar un texto con una palabra, un número, una frase, etc.
2.ª
Exactitud de la corrección. La respuesta es evaluada mediante una clave, de modo que esta evaluación puede ser hecha por cualquier persona o, incluso, por algún procedimiento mecánico.
Para la realización de estas pruebas objetivas quizá le sean útiles algunas reglas.
1.ª Estudiar con regularidad y con ahínco los temas desde el principio. Sin duda, esta es la llave que le puede abrir la puerta de un empleo público.
2.ª Concentrarse al máximo.
Una vez que comienza el examen, para usted deja de existir todo lo demás.
3.ª Hojear todas las preguntas del examen.
4.ª Planificar el tiempo.
5.ª Leer detenidamente las instrucciones impresas en la portada o al principio de cada pregunta o en la convocatoria de la oposición. Sobretodo, debe tener claro si las respuestas erróneas descuentan (es lo habitual) o no; si no descuentan, responda a todas; si descuentan, deje en blanco aquellas que desconoce totalmente (suelen descontar un tercio de punto, es decir, cada tres errores restan un punto). Pongamos un ejemplo: le han aplicado un examen de 100 preguntas, de las que ha acertado 79, y ha errado 21; su puntuación, pues, será de 79 – 7 = 72, ya que los 21 errores le descontarán 7 puntos.
6.ª Dejar sin respuesta aquellas preguntas que no sabe, ni puede deducir su respuesta de ninguna forma. Las omisiones (preguntas sin responder) no penalizan (evidentemente, tampoco suman como aciertos). Nuestra experiencia indica que, por muy buena que sea la preparación, suele haber un pequeño porcentaje (a veces llega al 10%) de preguntas que o no se entienden, o no se sabe responder, o están confusamente redactadas, o admiten doble interpretación, o no tienen la respuesta correcta, o incluso están fuera del programa exigido... Por lo tanto, no se preocupe si deja alguna pregunta sin responder, siempre que sean muy pocas.
7.ª Si se equivoca, ¿qué debe hacer? ¿Borrar? ¿Tachar? Este detalle debe indicarse en las instrucciones. Si no es así, pregunte a quienes vigilan el examen.
8.ª Leer el enunciado de cada pregunta con la máxima atención para desentrañar su significado. A continuación, antes de leer las opciones de respuesta, respóndala mentalmente. Seguidamente, compruebe en qué opción (a, b, c, d) se encuentra, y márquela. Pero, si no encuentra su respuesta entre las opciones, vuelva a leer el enunciado, por si no lo entendió bien; si ahora tampoco coincide, utilice la técnica de la exclusión: algunas respuestas son claramente falsas, con lo cual le pueden quedar sólo dos o una respuesta.
9.ª Fijarse bien en el enunciado de las preguntas. Algunas palabras suelen dar pistas para la respuesta: «siempre», «frecuentemente», «a menudo», «a veces», «rara vez», «nunca», «todos», «la mayoría», «algunos», «cada», «pocos», «ninguno», «óptimo», «mejor», «bueno », «regular», «malo», «peor», «mayor», «más», «igual», «diferente », «inferior», «menor», etc. Son las llamadas palabras-clave.
10.ª Responder a las preguntas que sepa, por orden. O mejor por tandas: primero aquellas de las que esté seguro; después, las dudosas; finalmente, las más difíciles.
11.ª No elegir una respuesta sin haber leído las demás: quizá se de cuenta de que la correcta es otra.
12.ª No detenerse demasiado en una pregunta. Si duda, pase a la siguiente, para que le dé tiempo a responder a todas las que sabe. No pierda el tiempo. Trabaje deprisa, pero también seguro.
13.ª Repasar toda la prueba, tratando de responder todas las preguntas dudosas dejadas en blanco inicialmente. En este repaso quizá se percate de algunas respuestas erróneas y pueda modificarlas.
14.ª Si tiene dudas, no cambie su primera respuesta, que suele ser la correcta.
Exámenes de composición.
Algunas oposiciones incluyen un ejercicio, generalmente el primero, de composición de un tema, que se valora con criterios específicos, diferentes a los de otros ejercicios.
Son aquellos en los que se formula al alumno una o varias preguntas para que responda libremente. De esta forma, el opositor puede demostrar su habilidad para organizar sus respuestas, exponer sus ideas con el conocimiento y la profundidad necesaria, así como mostrar su creatividad y sus criterios personales.
Fíjese si es importante que, si este ejercicio es el primero, lo suspende entre el 45 y el 50 por 100 de los opositores. Por lo tanto, debe prestarle la debida atención y prepararse desde el principio.
Exigen una respuesta relativamente extensa, conforme a los criterios que establece la convocatoria de la oposición correspondiente.
La principal ventaja de este tipo de ejercicio reside en que no está sometido a una estructura o contenido fijo y conocido, donde omitir alguna parte pudiera perjudicarle irremisiblemente. Al contrario, los temas son abiertos y carecen de una estructura predeterminada. O sea: tiene libertad para enfocarlo y desarrollarlo como estime conveniente. En consecuencia, no es su memoria lo que se valora principalmente, sino sus conocimientos generales, su capacidad para relacionar temas, sus aportaciones personales, su claridad de exposición, su orden en la estructuración, su habilidad para aportar cuestiones de actualidad... Por ello, el tribunal valora de forma positiva ejercicios con estructuras y contenidos diferentes porque los distintos opositores demuestran los valores mencionados.
Sin embargo, la desventaja de este tipo de ejercicio consiste en que, por ser abiertos y por carecer de una estructura y contenido prefijados, el opositor ignora si lo que él escribe es lo que realmente pide el tribunal. Además, pueden influir otras circunstancias, como, por ejemplo, que en esa sesión haya uno o varios ejercicios de alto nivel (a los que el tribunal tomará como referencia de los demás); de este modo, lo que puede valer para un día, no sirve para otro. Esto puede producir algún tipo de injusticia, a causa de la subjetividad de los miembros del tribunal. Pero no es lo normal, ya que éstos acaban sabiendo si el opositor da o no el nivel mínimo exigido. De lo anterior no puede concluir que estudiar los temas es poco útil para esta prueba (como hacen los malos opositores), ni que la formación general o la cultura especializada que tenga sea suficiente para superar este ejercicio. Esta prueba no se supera con consideraciones de carácter general, sino mediante el estudio detenido y profundo de la materia del programa. Por lo tanto, lo que resulta decisivo es su capacidad y su habilidad para traerlas a colación y para interrelacionarlas. ¿El secreto? Tener los temas muy bien asimilados, seleccionar de cada uno aquello que sea pertinente a la cuestión planteada y hacer aportaciones personales o de actualidad.
Todo lo dicho avala esta conclusión: el ejercicio de composición exige una mecánica específica, que debe practicar durante la preparación. No lo minusvalore. Al contrario: practíquelo desde el principio, yendo de menos a más. Sólo la práctica continuada y progresiva le permitirá alcanzar la preparación adecuada con todas las posibilidades de éxito.
Algunas recomendaciones que pueden serle útiles son las siguientes:
1.ª Relacione los temas o las preguntas que vaya estudiando con otros del programa que puedan relacionarse con ellos. A tal efecto, busque en el programa y anótelo en un folio, de modo que pueda repetir la operación según vaya estudiando el resto de temas. Así, al final, completará un cuadro de interrelaciones de temas y de cuestiones, que es muy valorado por el tribunal.
2.ª Compre un periódico cada día y, de vez en cuando, una revista especializada en la materia. Recorte los artículos o noticias que se puedan relacionar con algún aspecto o cuestión del temario. Únalos al tema correspondiente. De esta forma, podrá traer a colación un toque de actualidad, que el tribunal sabrá apreciar.
3.ª Ejercite la imaginación sobre qué temas pueden caer. Hable sobre ello con tus preparadores. Quizá puedan indicarle temas de carácter horizontal, multitemático o de actualidad que son habituales en los exámenes.
4.ª Confeccione un guión o esquema del tema antes de comenzar a escribirlo. Así, no se le olvidarán puntos importantes. Seleccione no sólo los puntos que va a tratar, sino también cómo los vas a desarrollar y el orden que vas a seguir. Ponga al principio lo que resulte más ameno, lo que tenga mayor actualidad, lo que domine mejor. Así captará mejor la atención del «auditorio».
5.ª Estructure bien el tema. Tome un hilo conductor, y no lo pierda. Coherencia, consistencia y lógica interna son las cualidades primordiales que debe exhibir.
6.ª Sea ameno. Redacte los temas de manera fluida y atractiva, trayendo a colación cuestiones de otros temas e interrelacionándolas con el tema pedido. Recuerde que son temas abiertos y, por tanto, es libre de exponer lo que desee y como quiera, siempre que se relacione con lo que le piden.
7.ª Precise sus respuestas, procurando que sean claras y también completas (diga todo lo que sabe sobre el tema). No divague, porque el tribunal se lo notará.
8.ª Utilice un lenguaje claro y preciso. Escriba como habla: con frases cortas y con abundantes puntos y aparte. Las frases cortas son más inteligibles, mientras que las demasiado largas dificultan su comprensión y producen fatiga.
9.ª Recuerde que el tribunal no suele leer este ejercicio. Lo lee usted. Su valoración se produce después de que usted lo haya leído. Por lo tanto, el tribunal no lo relee, normalmente. O sea: la evaluación se produce de una vez. Por eso, debe conseguir una exposición clara del tema y una lectura fluida del mismo, con un ritmo ágil (pero no vertiginoso), consiguiendo inflexiones y realizando cambios en la entonación de voz, dando a entender que, realmente, sabe mucho más del tema, pero que, por razones de tiempo, ha tenido que resumir... Por ello, es muy importante que trate en primer lugar aquello que mejor domina. De esta forma, captura la atención de los miembros del tribunal desde el principio (si, luego, alguno «desconecta», le quedará la buena impresión del principio). Durante su lectura, levante la mirada de vez en cuando hacia el tribunal. Además, cuide su comunicación no verbal, particularmente la de las manos y de la postura corporal: ambas deben transmitir seguridad. Le es perjudicial hacer una intervención plana, permaneciendo casi estático, sin hacer ningún tipo de gesto que subraye lo importante, sin mover los brazos y la cabeza, etc.
Sin embargo, la actitud contraria tampoco le beneficia: el exceso de ademanes y la escenificación rayan en lo histriónico, resultan repelentes.
Del mismo modo, le advertimos sobre el peligro de introducir « morcillas» o de cambiar algún dato. Cada vez con mayor frecuencia en estos exámenes se realizan fotocopias del examen y, al menos un miembro del tribunal, va siguiendo la lectura...
10.ª Si lo va a leer el tribunal, procure que su escritura sea fácilmente legible (¡y sin faltas de ortografía!). Deje amplios (pero no exagerados) márgenes. Separe bien los párrafos. En general, a los miembros del tribunal no les gusta leer tantos ejercicios; por tanto, no se lo ponga más difícil...
11.ª Si el examen lleva preguntas o coloquio con el tribunal, no haga lo que algunos opositores, que responden sin haber entendido la pregunta. No ocurre nada si, con naturalidad, le pide al tribunal aclaraciones o ampliaciones sobre su pregunta.
12.ª Enumere los distintos puntos de sus respuestas. Ponga títulos y subtítulos, apartados y subapartados, para que el lector vea claramente destacados los puntos más importantes. Escriba, pues, párrafos breves, separando con puntos y aparte las frases no relacionadas entre sí.
13.ª Ajuste la extensión del tema para que ni resulte pesado ni le quede demasiado corto. En las clases preparatorias aprenderá cuál es la extensión adecuada en relación con el tiempo disponible y con la velocidad a la que debe escribir. Así, con el consejo de su preparador, sabrá que número de folios aproximados debe utilizar.
14.ª Aporte su visión sobre el tema o cuestión planteados, si se puede. Pero no opine arbitrariamente, sino de forma razonada y con argumentos y apoyos legales, doctrinales, jurisprudenciales y, en su caso, aluda a la actualidad de la cuestión planteada. De esta manera, el tribunal valorará de forma muy positiva su capacidad y su habilidad general.
15.ª No se decante de forma descarada a favor de una postura que pueda asociarse a una determinada opción política, partido o Administración. Esto puede ocurrir si se plantea una cuestión de actualidad o si es preciso tratarla y enjuiciarla a lo largo del tema. Sea precavido: limítese a exponer las diversas opciones, destacando lo positivo y lo negativo de cada una. Pero no se incline abiertamente por ninguna de ellas. O sea, procure ser aséptico en la exposición de cuestiones polémicas, pues cada miembro del tribunal tiene su propio perfil político. Además, este no es el foro adecuado para hacer política.
16.ª No olvide los factores que más va a valorar el tribunal. Aparte de su capacidad memorística, los que más van a beneficiarle son estos factores: claridad de ideas, capacidad de interrelación, amenidad en la exposición, originalidad en el planteamiento y en el desarrollo, facilidad para enlazar las diferentes cuestiones, formación general, fluidez y facilidad al leer lo escrito... Por lo tanto, esto es lo que debe demostrar en su ejercicio.
17.ª Repase todo el ejercicio antes de entregarlo, si tiene tiempo.
Exámenes prácticos relacionados con el derecho.
Son numerosas las oposiciones que exigen un ejercicio de carácter práctico que es tan selectivo (si no más) como los demás.
Por ello, requiere una preparación adecuada, aunque algunos opositores lo descuiden, quizá porque lo ven muy lejano. Fracasar en él es, si cabe, más doloroso: porque suele ser de los últimos ejercicios.
No le reste importancia. Evite que le suceda lo de acordarse de Santa Bárbara... El antídoto: debe empezar a prepararlo con rigor y profundidad desde el primer momento.
Si quiere asegurar su éxito, tiene que ir preparando, prácticamente todos los ejercicios en paralelo.
Lo que se valora en este ejercicio es: la comprensión de la materia, la lógica en los planteamientos y en la resolución, el rigor en la interpretación y en la aplicación de los preceptos legales, la comprensión de criterios doctrinales o jurisprudenciales, la claridad en la exposición y, en general, la formación del opositor.
He aquí algunos consejos que pueden serle útiles:
1.Plantee sus dudas al preparador. En muchas ocasiones (sobre todo en las oposiciones del Grupo A) los temas no se explican individualizadamente (ello haría casi eterna la preparación). Por tanto, no es extraño que, al estudiarlos, le surjan dudas y problemas. No se las guarde. Al contrario, plantéeselas a su preparador. Y esto, desde el comienzo: no olvide que las cuestiones suelen entrelazarse, por lo que, si va acumulando dudas, difícilmente podrá ir comprendiendo el resto de cuestiones.
2. Utilice la legislación completa y actualizada desde el primer momento que le sea precisa para resolver los supuestos. Por lo tanto, si no se la facilitan desde el principio, hable con su preparador sobre ello.
3. Resuelva con seriedad y rigor los supuestos que se entreguen en clase para realizar en casa. Hágalo así desde el principio, como si del examen verdadero se tratara, redáctelos de forma completa; documéntelos con las referencias legales, jurisprudenciales y doctrinales, en su caso, precisas; analice en profundidad las cuestiones planteadas. De esta forma, irá adquiriendo y desarrollando el aprendizaje, la soltura, los reflejos, la claridad en la exposición y la facilidad en la interpretación.
Todos ellos son fruto de un trabajo y de un ejercicio continuados.
4. Resuelva en clase los supuestos que el preparador disponga, con la misma seriedad que si fuese el examen real.
5. Entregue su ejercicio al preparador. Así podrá saber si progresa adecuadamente. De esta forma, el preparador, después de haberlo corregido, le comentará lo positivo y lo negativo, para que usted tenga en cuenta en el futuro.
6. Participe activamente en las clases que se dediquen a la resolución de supuestos prácticos. Manifieste sus discrepancias, exponga sus argumentaciones, trate de convencer a los demás... De esta forma irá reforzando su preparación y su capacitación.
7. No pierda de vista que, en la mayoría de las ocasiones, estos ejercicios se corrigen con la lectura que usted haga de lo que ha escrito.
Es decir, que el tribunal evalúa sobre la marcha. No lo olvide en el momento de su redacción: debe ser claro, tanto en la exposición de los problemas y en su resolución, como en las citas que aporte. Pero el tribunal va a valorar, además del acierto en el tema, los argumentos utilizados, su variedad, la manera de tratarlos, etc. Por eso, a veces es más valioso demostrar que tiene claridad y rigor en el conocimiento de la cuestión, que en el mero acierto en la solución. (En ocasiones, un opositor ilumina al tribunal sobre un nuevo enfoque de la cuestión, que hasta entonces no se había planteado).
8. Trate con más profundidad los temas más importantes y difíciles. No pierda el tiempo en algo cuya resolución resulte clara y breve y, luego le falte para tratar adecuadamente otra cuestión más importante y más difícil, que debe tratar con más amplitud y profundidad. No olvide que son precisamente éstas las cuestiones que el tribunal tiene más en cuenta al evaluar al opositor. Por ello, es importante que, desde el principio, controle el tiempo, no excediendo el que señala la convocatoria.
9. Practique en la elaboración de algún dictamen o informe, si el ejercicio pudiera consistir en ello. Ejercítese en este sistema de vez en cuando, siguiendo las líneas marcadas por su preparador.
Exámenes prácticos relacionados con la contabilidad
Algunas oposiciones exigen conocimientos de Contabilidad, Operaciones Financieras, Estadística, etc. Estos ejercicios consisten en supuestos y ejercicios prácticos.
La preparación de estos exámenes divide a los opositores en dos grupos: quienes se «enganchan» en exceso y quienes consideran suficiente preparación la mera explicación del profesor. Como casi siempre, en el término medio está la virtud. La resolución de estos ejercicios no exige la misma concentración que el estudio de los temas teóricos. Por ser prácticos, captan antes y mejor la atención del estudiante. En escasos minutos puede avanzar en su solución, cosa que no ocurre con el estudio de los temas.
La fórmula del éxito consiste en preparar todos los días la clase. El aprendizaje de estas materias es lento, pero agradecido, ya que cada día aprenderás algo nuevo, que se suma a lo anterior.
El profesor le explicará los conceptos nuevos, ilustrándolos con ejemplos para que los entienda y los recuerde mejor. A continuación le mandará para trabajar en casa un supuesto práctico relacionado con lo explicado. Sin excepción, debe resolver esos ejercicios desde el primer día. En la clase del día siguiente se corregirá dicho ejercicio.
Seguidamente, el profesor pasará a explicar un tema nuevo, en el que seguirá el mismo procedimiento...
Periódicamente, realizará casos que abarquen varios temas, para ir estructurando todo lo aprendido. El día del examen suelen caer varios casos de este estilo.
Por lo tanto, la preparación de estos ejercicios pivota entre las explicaciones en clase y la resolución en casa de situaciones similares a las explicadas.
Exámenes escritos por temas.
En este tipo de exámenes, lo ideal es transcribir literalmente el tema, tal y como viene en el temario. No olvide que estos temas tienen un contenido y una estructura concretos y determinados. Por lo tanto, el tribunal los valorará, en general, con arreglo a los temarios. En consecuencia, si omite algo importante, el tribunal puede comprobarlo fácilmente, con el consiguiente perjuicio para su puntuación.
Para la superación de estos exámenes le serán útiles las siguientes sugerencias:
1.ª Actualice los temarios permanentemente. Las contestaciones se las puede facilitar el Centro, pero es responsabilidad suya mantenerlos adecuados a lo exigido. No puede eludir esta responsabilidad. Los temas que encuentre le ayudarán a responder, pero la última palabra de su bondad le pertenece a usted. No sabe cuánto agradecen los tribunales cuando un opositor expone algo distinto al resto de compañeros.
2.ª Tenga presente que estos ejercicios los leen los miembros del tribunal, sin restricción de tiempo. La forma de presentarlo determina la primera impresión. Por ello, debe conseguir que la letra sea clara, que se pueda leer sin esfuerzo (el tribunal debe corregir muchos más exámenes: no dificulte su trabajo).
3.ª No cometa faltas de ortografía, incluidos los acentos. A veces, son causa de descalificación.
4.ª Ponga los puntos y aparte necesarios para separar con claridad las diversas cuestiones y facilitar así su corrección.
5.ª Deje los márgenes correspondientes, tanto a la derecha como a la izquierda (más amplios aquí). Además, procure no torcer los renglones.
6.ª Numere todos los folios que vas escribiendo, para facilitar su ordenación, si fuera necesaria.
7.ª Diferencie con claridad los diferentes epígrafes con números o con letras para separar las distintas clases, teorías, manifestaciones, etc.
Facilitan mucho su corrección y su valoración. Lo mismo cabe decir sobre el subrayado. No obligue a los miembros del tribunal a esforzarse con denuedo en la búsqueda de si ha respondido o no a todas las cuestiones exigidas.
8.ª Distribuya el tiempo de tal manera que le sobren de cinco a diez minutos, para poder leer lo escrito y corregir posibles errores de forma o de fondo.
9.ª Evite las tachaduras y las anulaciones de palabras o incluso de líneas. Para ello, lleve al examen un líquido corrector («tipp-ex»), aunque le aconsejamos que consulte sobre ello a los vigilantes del examen.
Exámenes escritos de preguntas.
Algunas oposiciones, como Técnico de Hacienda, incluyen un examen de preguntas con respuesta corta. Ahora bien, dentro de estos ejercicios podemos distinguir las preguntas directas y los problemas.
Los exámenes de preguntas directas exigen responder con un epígrafe del programa o con una parte de un epígrafe.
Algunos de estos ejercicios acotan el espacio para contestar: el cuadernillo de preguntas deja un espacio entre una y otra pregunta para responderlas. En estas preguntas el tribunal valora la capacidad de síntesis. Por ello, debe plasmar el máximo contenido, con tanto rigor como simplicidad.
A veces, las preguntas consisten en analizar un hecho real concreto, para que el opositor aplique el contenido de un epígrafe del temario. En su solución debe demostrar el máximo rigor y formalismo en sus razonamientos, de modo que queden patentes sus buenos conocimientos, la profundidad de su análisis y la cita de las teorías y doctrinas más consolidadas.
En cuanto a los exámenes de problemas, conviene que tenga claro que valoran, primordialmente, la exactitud en la respuesta, pero también el orden en las operaciones. Por ello, debe resolverlos ordenadamente, señalando los pasos que va siguiendo. En caso de que tenga de suponer algún aspecto, hágalo constar. Si puede, incorpore esquemas, gráficos, etc.
Sea lo más ordenado posible en la presentación de sus cálculos y de las fórmulas utilizadas, identificando (siempre que le sea posible) las cifras utilizadas: no sabe cuánto le lo agradecerán los miembros del tribunal.
Durante su preparación puedes potenciar todas estas características mediante la práctica continuada.
Una vez más le repetimos el mismo consejo: haga simulaciones de los ejercicios reales.
No permita que éstos le sorprendan. Para ello, plantéese en cada tema del programa cuáles son las preguntas lógicas que le pueden plantear sobre él. Seguro que, si se lo propone a usted mismo y lo responde, el día del examen varias o quizá todas las preguntas ya las habría preparado y respondido previamente.
Exámenes orales.
Son, sin duda, los más temidos por los opositores, ya que les enfrenta a un tribunal, lo que les provoca un mayor nerviosismo, inseguridad y temor.
La mayoría de las oposiciones del Grupo A incluye al menos un ejercicio oral. Incluso algunas como la Carrera Judicial y Fiscal consisten en la realización de dos pruebas orales.
Sin duda, su preparador se marcará las pautas que debe seguir, a la vista de sus circunstancias personales.
La mejor forma de preparar este examen es mediante la simulación, es decir, exponiendo («cantando») los temas durante la preparación.
Como sabe, un Centro serio de preparación otorga importancia capital al «cante» de los temas, porque son una simulación de la situación del examen, en la que el preparador no sólo escucha, sino que también planifica, comenta, critica, corrige y anima.
A criterio del preparador, a veces es conveniente escuchar a sus propios compañeros, una o dos veces al mes, de similar nivel e incluso que le escuchen distintos preparadores.
Queremos ofrecerle algunas sugerencias de gran utilidad: 1.ª Apóyese en su preparador. La relación entre preparador y opositor es, en este caso, más personal que nunca. El opositor, en general, tiende a sentirse solitario, incomprendido e inseguro ante el reto que tiene por delante. Pues bien, esos sentimientos se acentúan cuando debe superar un examen oral. Ejercicio de corta duración que, si sale mal, desmotiva mucho al alumno, el cual comenzará a dudar si será capaz de memorizar tan gran cantidad de temas.
Su preparador va a procurar que no le venza el desánimo y que no abandone la oposición. Él, además de corregir su «cante» de los temas, estará atento a cualquier factor de índole personal, familiar o social, para acertar en sus recomendaciones. Por lo tanto, no considere a su preparador como a una persona que está allí para aguantarle durante unos quince minutos. Al contrario, mírele como a un buen profesional que se encauzará adecuadamente en el aspecto técnico, y como a un compañero (e incluso un amigo) al que le importa su vida personal, familiar y social, en cuanto inciden en el equilibrio que necesita para superar este examen. Esta confianza recíproca es básica para obtener su mejor rendimiento.
2.ª No corra demasiado. Al principio de la preparación, la calidad de los temas «cantados» es más importante que la cantidad. Si pretende correr más de lo que puede, no conseguirá nada. Una buena asimilación del temario en la primera vuelta le dará una gran seguridad para las siguientes.
Reflexione sobre esto: la exposición oral tiene una técnica formal específica, que debe aprender primero y dominar después. Asimilarla es lo prioritario al comienzo.
3.ª No se agobie. Es corriente preguntarse al principio si «voy a ser capaz de meterme todo ese temario en la cabeza». Recuerde lo que le hemos aconsejado: márquese objetivos próximos. O sea, no se obsesione con el número de temas; simplemente, vaya preparando temas, al ritmo que marque su preparador. Poco a poco verá cómo se va acercando al final.
4.ª Estudie con técnica. Al principio es conveniente que estudie pregunta por pregunta y que la «cante» con cronómetro, de forma acumulativa, para –al final- recitar todo el tema. Cuando, sin ayuda, consiga exponer el tema de seguido y en tiempo, podrá decir que ya se lo sabe. Mientras tanto, debe repetirlo cuantas veces necesites. Finalmente, haga un guión del tema en un folio como máximo, y apréndaselo. Se dará gran seguridad en la exposición: viene a ser la fotografía del tema.
5.ª No se compare con nadie. Ni en la cantidad ni en la calidad de los temas. Tenga en cuenta que cada opositor es un mundo. Será el preparador el que le vaya señalando el ritmo adecuado para usted. Cada cual a su ritmo, al final todos llegarán al mismo puerto.
6.ª Sea regular. Habitúese a llevar cada semana el mismo número de temas, aproximadamente, dependiendo del número de vueltas realizadas al temario.
7.ª Hágase escuchar por sus compañeros, y escúchelos usted a ellos, a criterio de su preparador. Incluso pida que le escuchen distintos preparadores. De este modo, irá superando el natural temor a hablar en presencia de otros. Y escuchando a sus compañeros, entra en contacto con otros temas, oye lo que el preparador les dice y conoce sus vicios a evitar así como sus virtudes a imitar.
8.ª Grábese y escúchese, para corregir defectos, especialmente los latiguillos, muletillas, repetición de palabras o de frases, etc.
9.ª Aprenda a comenzar frases con locuciones tales como: «por otra parte», «asimismo», «de otro lado», «del mismo modo», «por el contrario», «igualmente», «sin duda», «ciertamente», etc. Muchos opositores no lo hacen, y de esa forma pierden fuerza retórica: no se ven los contrastes, no se aprecia la conexión de los argumentos, no se destacan las contradicciones, etc.
10.ª Evite decir el número de aspectos, puntos o características que luego vas a exponer, salvo que tenga seguridad absoluta. Lo que suele ocurrir es que se anuncia cierto número de puntos, pero luego no se dicen todos porque alguno se olvida, con lo que el opositor queda en evidencia.
11.ª Haga pruebas similares a las del examen. Debe hacer varias pruebas de resistencia exponiendo el mismo número de temas y durante el mismo tiempo que las que exige la convocatoria.
Aspectos a tener en cuenta en los exámenes orales.
1. Antes de un examen oral.
Llegue antes de la hora, tomando un amplio margen para imprevistos de tráfico. Si le toca «cantar» el primero del día, debe llegar con media hora de antelación, aproximadamente. Todos los que se examinen ese día, es conveniente que estén a la hora del comienzo. Tenga en cuenta que algunos opositores no se presentan, y corre el turno; otros, se levantan, y el turno se adelanta; en ambos casos, si no está presente cuando le toque, pasará su turno. Sería una lástima desperdiciar tantos meses de trabajo por un descuido así...
· Relájese para rebajar el nerviosismo, utilizando alguna técnica sencilla, como la respiración profunda.
· Asista al examen de otros opositores para: comprobar la calidad de sus exposiciones, habituarse a la sala, huir de los errores de ellos, imitar sus puntos fuertes, conocer el comportamiento del tribunal (tipo de preguntas que hace, anotaciones, comentarios, actitud, gestos, etc).
· Cuide su presentación personal (vestido, peinado, aseo, etc). Estos factores influyen en la primera impresión del tribunal sobre usted: es el llamado «efecto umbral», que consiste en que la primera impresión que sobre el opositor se forma el tribunal influye en su manera de evaluar toda su exposición (lo mismo ocurre, por ejemplo, en las entrevistas de trabajo). Lo ideal es que su presencia no llame la atención, para que los miembros del tribunal se fijen exclusivamente en su exposición.
· Evite repasos de última hora (en el autobús, en el metro, en los pasillos...). Generalmente, esos repasos tienen un efecto perverso: ponerse más nervioso.
Durante un examen oral
· Muestre seguridad en usted mismo y dominio del temario. Seguridad y dominio causan muy buena impresión y alta valoración por los miembros del tribunal. Citar la opinión de autoridades de reconocido prestigio, es importante en las oposiciones a Cuerpos del Grupo A, pero sólo si las conoce de primera mano porque haya leído su obra; en caso contrario, corre el riesgo de emitir una cita incompleta o sacada de contexto. Por lo tanto, si tiene dudas, lo mejor es no citar. Acaso pueda decir: «un sector de la doctrina...». De todas formas, tenga en cuenta que lo más importante es lo que diga, no quien lo diga.
· Capte la atención del tribunal, es decir, consiga que sus miembros sigan su exposición atentamente. Para ello, cuide su dicción, de modo que sea clara, pero no demasiado rápida ni excesivamente pausada.
Cambie de tono, pues la monotonía produce somnolencia. Haga leves pausas. Cambie de velocidad (acelere-frene). Enfatize.
· Sea convincente. En el examen oral no basta con decir cosas: hay que «transmitirlas» al que escucha. Para ello: hable con claridad, con el tono de voz adecuado, con decisión, sin rehuir la mirada, con los gestos... Es decir, debe hablar como si fuera el que más sabe sobre el tema, como sugiriendo que sabe más de lo que expone (pero que no se puede extender más, por falta de tiempo).
· Distribuya el tema en el tiempo de exposición. Si se pasa, el tribunal le cortará. Peor aún es que no agote el tiempo: se interpretará como falta de conocimientos sobre el tema. Lo ideal es que ocupe todo el tiempo y que éste no se quede corto.
· No se venga abajo. Tenga en cuenta que los miembros del tribunal no tienen, generalmente, un esquema previo o preconcebido del tema. Por lo tanto, ante un olvido u omisión suyos, no se desanime ni se corte; al contrario, siga adelante y luego (si lo recuerda) se podrá referir a ello.
· Evite dogmatismos. su exposición debe basarse en argumentaciones lógicas, en la autoridad de personalidades en la materia, en experimentos o estudios realizados, etc. ¡No se las dé de «sabelotodo»! Ello provocaría rechazo en los miembros del tribunal.
· No polemice con el tribunal. En la polémica, sólo podría haber un perdedor: el opositor.
· Mire a los miembros del tribunal. La mirada huidiza y cabizbaja sólo revela miedo e inseguridad, que el tribunal valorará negativamente.
· Cuide el principio y el final de su exposición, ya que son los momentos que más influyen en la opinión de los miembros del tribunal. Ello, naturalmente, sin merma de que toda su exposición debe ser convincente.
Exámenes de idiomas
Este tipo de examen es cada día más frecuente, debido a la creciente internacionalización de numerosas instituciones y organismos, en los que participa España.
Indudablemente, el conocimiento de una lengua extranjera proporciona una nueva forma de comunicación, que enriquece humana y profesionalmente. Es bien sabido, sin embargo, que el aprendizaje de una lengua (incluso la propia) es un proceso continuo e inacabable.
El objetivo fundamental de estos exámenes es evaluar si es capaz de comprender y/o expresar por escrito los mensajes ofrecidos. Por lo tanto, su preparación debe ir encaminada al conocimiento del vocabulario y de las estructuras del idioma en cuestión.
Así pues, la superación de estas pruebas requiere una preparación específica.
En el aprendizaje de una lengua extranjera es esencial el manejo del diccionario, no sólo para buscar el significado de una palabra, sino también para comprobar cómo se escribe, conocer su categoría gramatical y ver su pronunciación. Sin embargo, los exámenes se realizan sin diccionario. Por lo tanto, evalúan, esencialmente, el conocimiento del vocabulario y de las estructuras gramaticales; es decir, exigen memorización.
En otras palabras: evalúan la capacidad de comunicarse por escrito. Para que esa comunicación se produzca, es preciso comprender la información contenida en textos escritos. Por lo tanto, su trabajo debe orientarse a afianzar sus conocimientos de vocabulario y gramaticales. Para ello, ponga especial interés en los apartados que en los textos de inglés suelen denominarse «comprehension», «grammar exercises» y «vocabulary exercises».
Algunas oposiciones exigen traducir un texto redactado en inglés, francés o alemán, a elección del aspirante.
Sin embargo, otras son verdaderas pruebas objetivas: todas las preguntas ofrecen cuatro opciones de respuesta (A, B, C, D), siendo válida sólo una de ellas. Por lo tanto, le puede ser útil lo que hemos dicho en otro apartado sobre los exámenes tipo-test.
Conviene, sin embargo, analizar el tipo de preguntas que componen estos exámenes.
Concretamente, las hay que piden:
1.º Completar una frase con una o varias palabras, poniéndolas en los espacios en blanco. Se trata de seleccionar, de entre las cuatro opciones que le presentan, la respuesta más apropiada, de modo que la frase tenga pleno sentido. Estas preguntas evalúan si es capaz de expresarse por escrito con corrección, eligiendo la o las palabras correctas para completar el texto que se le da incompleto.
La preparación de estas preguntas consiste en realizar ejercicios de inserción (cuantos más ejercicios, mejor).
2.º Sustituir una palabra por otra con semejante significado. Estas preguntas evalúan, pues, el conocimiento del vocabulario, y éste se basa, evidentemente, en la memorización de palabras y de su significado: cuanto mayor sea el vocabulario que domine, mejores serán sus respuestas. La preparación de estas respuestas se basa en realizar ejercicios de sustitución.
3.º Resumir un párrafo, que puede ser bastante extenso (a veces tiene más de treinta líneas). Sobre él, después, le hacen varias preguntas. Evidentemente, en estas respuestas, no prima el conocimiento de estructuras verbales simples (sustantivos, verbos, sinónimos, etc.), sino la comprensión global del sentido del texto. Por tanto, son, a la vez, pruebas de conocimiento del idioma y de comprensión lectora. En ellas, lo importante, no es la comprensión de todas y cada una de las palabras, sino de lo esencial del texto. La preparación de estas respuestas se realiza efectuando ejercicios de transformación.
4.º Identificar el aserto que no figura en el texto, poniendo a prueba la comprensión de lo leído, pero también su correcta interpretación.
Es sabido que la gramática juega un papel protagonista en el aprendizaje de una lengua. Sin embargo, el conocimiento de las reglas gramaticales no conduce automáticamente a aplicarlas con corrección en la lectura o en la conversación. Por lo tanto, le aconsejamos que no se obsesione con la gramática. Es mejor que sea capaz de leer un libro o de escribir un documento que saberse todas las reglas gramaticales, aunque lo mejor es conseguir un equilibrio.
Sin duda, el conocimiento de esas reglas le ayuda a entender ciertas estructuras complejas o, simplemente, distintas a las españolas; también le permite corregir textos... Pero, aun así, es posible saber todas las reglas de una lengua y, sin embargo, ser incapaz de expresarse en ella; y a la inversa: es posible expresarse con fluidez y corrección, sin conocer las reglas.
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